ID |• Eclipse •|

❝Aprende del pasado, forja el futuro, pero jamás te pierdas el presente❞

Fisico

Eclipse proviene de una familia extraña. Su linaje ha sido cuidadosamente seleccionado para pertenecer a un único tipo de lobos: Los lobos grises de Alaska o mejor conocidos como lobos del Valle Mackenzie. Así pues, es un animal de tamaño considerable, siendo únicamente superada en altura por aquellos canes machos de su misma subespecie. Su musculatura es prominente, cubiertos por un sedoso y espeso pelaje blanco en la parte de abajo, oscureciéndose a medida que se acerca al lomo, presentando en su punto más alto un color negro azabache, especialmente visible en su cabeza, donde hasta sus omóplatos, tiene el pelaje elevado, dándole un aspecto tomahawk. Alrededor de los ojos, la máscara presenta cerdas marrones. El mismo pelaje lo tiene en dos capas: la exterior es aquella que mantiene la suciedad fuera de su piel y el frío, y la secundaria o interna, encargada de retener el calor y repeler el agua. Anatómicamente hablando, tiene músculos poderosos y patas largas y resistentes, con almohadillas especializadas para moverse en varios tipos de terrenos sin dificultad, y sus garras son largas pero no son afiladas; su principal función es está en el agarre. Otro dato a destacar es su mordida poderosa, con colmillos que no son largos pero son destinados a aplastar más que desgarrar. Y no hay que olvidar su vista. Esa característica que le dió nombre: un par de orbes de color ámbar intenso, penetrantes y deliciosos. Para finalizar, sus alas son alargadas, con plumas de color blanco, gris oscuro y negro en el extremo de cada una, y tiene como accesorio un anillo en su oreja derecha, sosteniendo fuertemente y con mucho aprecio una pluma de águila, conteniendo la misma mucho significado para ella.

Personalidad

La loba bicolor podría conosiderarse de una sola manera: aquella que utiliza máscaras. A lo largo de su vida, ha aprendido a poner diferentes facetas de su personalidad bajo control y sólo utilizar la necesaria de turno. Normalmente, entonces, la verás silenciosa y observadora. Es extraño que le caiga del mal lado a los lobos, pero suele ser un tanto gruñona para el mundo, pues no es muy tolerante. No suele confiar en nadie más que en su propio juicio, y tal vez en su Alfa, aunque es capaz de dar su vida por cualquier miembro de la manada, de ser necesario. Una vez que logras quitarle las máscaras y encontrar a la can interior, verás que Eclipse es sumamente cariñosa y deseosa de compartir quien realmente es. Pero así como es posible encontrar amabilidad...es capaz de llevar los asuntos a extremos, y no cerrará los ojos al asco si debe hacer lo que hay que hacer para preservar el balance del status quo.

Historia

Frío.

Eso era lo único que podía sentir bajo sus patas, inclusive estando rodeada por pelajes que emanaban calor. El viento cantaba ferozmente fuera de la guarida, y a pesar de estar asinados, el calor era difícil de mantener.

Mueve la nariz, deja que sus sentidos, a excepción de la vista y a duras penas oido, tomen rienda del asunto. Uno...Dos...Tres? Sí, tres suaves aullidos y gimoteos a su alrededor. ¡Por favor, que son ruidosos! La pequeña cachorra, aunque según su sentido del tacto, mayor que las bolas de pelo que la rodeaban, gruñe levemente y se acurruca contra la fuente de cálida mayor...aquella que tenía un olor peculiar y muy parecido al suyo. No podía ser otra. Su madre. Mas al hacerlo, e intentar meterse entre las patas de la misma, es empujada con una brusquedad innecesaria hacia atrás. Confundida y aturdida, se queda en el frío suelo, sin saber realmente qué hacer.

Un potente sonido, imposible de imitar para ella pero que retumbó en su cráneo -un gruñido adulto- es seguido por el lugar seguro alrededor de otra figura, diferente a la que se encontraba acurrucada segundos antes, pero era...más acogedora. No puede evitar ella misma gimotear, y adentrarse en un pelaje un poco más corto, pero que se sentía de una manera increiblemente mejor. Sin hacerse esperar, ésta vez detecta voces. Sus oídos a penas pueden distinguir lo que dicen, pero las palabras, ahora y por largo rato, quedarían impregnadas en la memoria de la joven cachorra.

— ¡¿Acaso estás demente, Kaya?! —Suelta ferozmente el lobo quien inmediatamente se había convertido en el favorito de la cachorra— ¡Es solo una pequeña, por todos los Espíritus! ¿Cómo puedes hacerle eso a NUESTRA hija?

— Mírala, Admar. —Suena ahora una voz tosca aunque femenina, y al parecer no molestarse en lo mínimo— Jamás sobrevivirá en ninguna de las dos manadas. Sabrán sin duda alguna que es una mestiza, y no podemos arriesgarnos a perder nuestras posiciones en ellas. Además, mira en sus costados. ¡Parece hasta tener malformaciones! Olvídalo. Yo-

El macho deja por sólo un segundo a la cachorra sola, pero al notar que levantarse significaría una pequeña bicolor congelada, se detuvo y la rodeó un poco más. Pero la can podía detectar aquel potente sonido que hacía vibrar absolutamente todo, jamás dejando a su padre -así había decido que era aquél lobo.

— Escúchame bien, estúpida loba. Jamás esperé ésto de tí. Y te guste o no, nuestra 'familia' crecerá junta y la llevaremos adelante ambos. No pienso abandonar a nadie. Creí que habíamos quedado en sacrificarnos...Para estar juntos.—Ésto último lo dice con un hilo de voz, pero recupera rápidamente la compostura— Desde que la cachorra nació, no has hecho más que rechazarla. No le has dado oportunidad, a pesar de haber demostrado cada segundo ser la mayor en todo sentido. — Paso siguiente, la pequeña es tomada por la nuca delicadamente -protestando- y acercada a su madre, quien no había dicho nada hasta el momento.

Tras un incómodo silencio, una fría nariz alienta a la jovencita a unirse a sus hermanos, quienes estaban cómodamente comiendo. A pesar que no tenía apetito, a regañadientes abre paso, aplasta hermanos, y encuentra un buen punto en la mesa. Para su sorpresa, una lenga pasa por su cabeza mientras tanto, pero...no proveniente del macho. Éste suelta un aliviado suspiro, y se une a la tripulación, rodeando a su pareja con su pulcro pelaje negro.

— Ya ves —musita— No era tan difícil...Te prometo, mi amada, que haré todo lo que pueda para ayudar. Lo he dicho varias veces. Tú, y nuestros retoños, son lo único que me importan en éste momento. Ahora bien...Todos tienen nombre, menos ella. ¿Has pensado en algo?

— Yo...—para su sorpresa, Kaya parecía aturdida, notándolo inmediatamente en su voz—Pues...Sí. Noche Nevada...Su pelaje es tan oscuro arriba, y tan claro por debajo...—Mira a su pareja, con ojos profundamente lamentando la discusión anterior, y mostrando entendimiento y dolor.

"Noche Nevada". ¿"Noche Nevada"? ¿Qué clase de nombre era ese para una loba como ella? Haciendo notar su disconformidad a sus padres, sus enormes orbes se abren en un segundo y observa penetrante a las extrañas figuras frente a ella. Pero, para su pesar, las expresiones en sus rostros la detuvieron en plena queja. ¿Por qué la observaban así, casi adorándola?

— Sabes, Admar, creo que...

— Oscuridad alrededor, en la máscara de su cara, iluminado por el sol naciente de sus ojos...

— Cual Eclipse Lunar...

La pelea, en cuestión de minutos, era cosa del pasado. La ahora satisfecha Eclipse -así sería conocida- suelta un último gruñido alegre, enrollándose junto a sus hermanos (uno de pelaje negro y otro blanco) y hermana (absolutamente blanca), hundiéndose en el abrazo de Morfeo. Así fue como inició la vida de la joven loba. Por supuesto, el conflicto inicial sólo fue una pequeña llama...de la cual cenizas quedaron.


Los cachorros crecieron. Con ellos ocho meses ya, Aldevarán, el hermano de pelaje negro, junto a Rayle, la otra hembra de la camada, se volvieron inseparables, al igual que Eclipse y el macho restante, Raizoru. Solían armar competencias entre ambos "grupos", incitados por Kaya. Quien atrapase primero al ratón, ganaría el "derecho" de un entrenamiento de caza privada, y los perdedores debían recolectar lo que encontrasen para mantener la guarida resguardada. Admar comenzó a notar que cada vez, la victoria se le atribuía con mayor frecuencia al grupo blanco y negro. Y para su desacuerdo, tanto Aldevarán como Rayle, siguiendo a su madre también, habían comenzado a burlarse de sus hermanos, y así se formaban peleas cada vez más nefastas. Admar se intentaba no interponerse, pues la vida en una manada sería tan dura como aquellas riñas.

Pero llegó el día en que el límite fue cruzado.

Aldevarán, centímetros ahora mayor que Eclipse, quien hasta el momento había sido la más alta de la camada, ignoró las reglas del juego-pelea, y le propinó un buen mordisco en la pata trasera derecha de su hermana. Todo pareció inocente hasta que la pequeña intenta incorporarse, mas no puede, y un par de gotas escarlata comienzan a formar un charco escarlata alrededor de la herida.

— ¡Eso me ha dolido mucho, hermano! —Gimotea Eclipse, sentándose y lamiéndose la herida. Pero es detenida en el acto cuando su hermano arremete contra ella, empujándola varios centímetros hacia atrás. A todo ésto, la única presente, Kaya, observaba la escena con ojos verdosos malignos, desde la distancia, incluyendo una macabra sonrisa dibujada en la comisura de sus labios.

— ¡Mucho ladrido y pocas pulgas! Siempre has sido una debilucha, Eclipse...Ahora te demostraré quién es el Alfa en esta manada...Como mamá siempre me dice.— Imitando la expresión de Kaya sin saberlo, Aldevarán aulla y vuelve a taclear a su herida y sorprendida hermana, quien a duras penas intenta defenderse, pues su pata se lo impide. A todo el rato pensando:"¿Madre dijo eso?".

Ésto continúa así, hasta que un rápido trote y un lobo muy joven de pelaje negro es puesto a merced de un macho adulto idéntico a él, solo que, obviamente, mucho más fuerte.

— ¿Que demonios está sucediendo aquí? — Vocifera Admar, horrorizado por lo que ve. Detrás de él, tanto Rayle como Raizou observaban la escena, con igual expresión que el primero nombrado. El lobo corre hacia su derrotada pequeña, quien tenía el hocico hasta las narices de nieve, y quien no hacía ningún esfuerzo en cooperar para levantarse.

Pero una vez tenía a su padre y hermanos rodeándola, exclama con un dejo de voz

— M-madre...ella...

Inmediatamente el pelaje del lomo de Admar comienza a elevarse peligrosamente y sus ojos rápidamente localizan a la hembra, quien tenía las orejas altas pero el rabo entre las patas. — ¿Ella qué, mi niña?

— No es culpa de Aldevarán...—encontrando fuerzas de quién sabe dónde, Eclipse se incorpora, y observa ácidamente a su madre — ESA le ha llenado de ideas la cabeza. — El can en cuestión, habiéndose incorporado tras el empujón recibido, mira asombrado a su hermana, y no puede más que bajar la vista y las orejas, sumamente arrepentido por su parte en el asunto. No tarda en voltear y observar a Kaya, quién parecía saber que se había metido en un lío...enorme. Mas esos ojos...Esos ojos de odio...Aún Eclipse los ve en su sueño.

Lo que sucede toma a todos por sorpresa.

— ¡TÚ tienes la culpa! ¡TÚ, cachorra deforme y desagradecida! — Escupe su nombre como si de tierra húmeda y asquerosa se tratase — "Eclipse Lunar", lo único que has traído es desgracia. Tienes tamaño, y ahí se termina lo tuyo. Tus hermanos son perfectos. Podríamos haber salido de éste lío familiar si no hubiese sido por tús deformidades y ese pelaje bicolor tuyo. — Intenta acercarse, pero el enorme macho negro se interpone entre ella y su hija.

— ¡No es mi culpa! ¡Yo hubiese querido ser como mis hermanos, pero no lo soy!

— Exacto. Deberías haber MUERTO ni bien naciste. Pero eso lo remediaré algún día...LO JURO. ¡Esto se termina aquí! Ad-

No puede terminar la frase, pues una enorme fuerza impacta contra ella, y lo único que se pudo ver en los minutos siguientes, fue como ambos lobos adultos se entablaron en una pelea feroz y sangrienta.

Mas no hubo victoria.

Ni tampoco derrota.

Todos quedaron boquiabiertos ante la imponente figura que había desatado a los combatientes. Una pequeña pero decidida blanqui-negra, con unas poderosas alas estiradas. Su voz no estaba quebrada, su pata no le dolía. Parecía otro animal diferente al de siempre.

— ¡Suficiente! No permitiré que se peleen por mí...Padre...Madre...Lamento todos los problemas ocasionados...Pero yo...Yo me iré. No quiero escuchar nada. — Le gruñe específicamente a sus hermanos y padre, pues sabe que eran los únicos que protestarían. Batiendo sus torpes alas, pues jamás las había usado, lentamente se eleva del suelo solo un par de metros— Estaré bien...Por favor, todos se cuidan. Madre...Espero algún día encuentres el perdón en tu podrido corazón.

— ¡Espera Eclipse! — Suplica su hermano Raizoru antes de que ella desapareciera al comenzar a moverse. Corre, sosteniendo firmemente un objeto en su hocico — Ten...No te detendré, pero por favor...No nos olvides.

Aceptando el obsequio, sin observarlo de antemano, Eclipse ofrece una mirada de ojos profundamente desesperados al blancuzco can. Media vuelta, carrera y salto. Eso fue lo último que supo de su familia por un largo tiempo. Se convirtió una desvinculada. Vagó entre los territorios, observando las luchas constantes entre la Manada Nevada y la Manada de las Luciérnagas. Técnicamente, al haber sido su madre parte del primer grupo nombrado, ella también lo era. Ambos padres les habían contado a los cachorros cómo era la vida en las manadas, y como ambos estaban de acuerdo en esa irracional lucha por los recursos del otro. Eclipse consideraba aún peor el hecho de que la Manada Nevada tenía todo lo básico para sobrevivir y aun así se encaprichaba por un poco de rayos de sol. Incluso encontró una compañera, una hermosa y estilizada loba blanca como la mismísima nieve llamada y de ojos como océanos, llamada Aurora, desvinculada también, procedente de la Manada Nevada, quién la acompañó por varias aventuras durante las primeras lunas...En ella, tras un tiempo a su lado, encontró una compañera...y aún más. Pero un encuentro con un oso terminó en horror, con un corazón destrozado y un temple severo cada vez creciendo más en la blanquinegra.

Al cumplir los dos años, Eclipse se atrevió a descender de los cielos para enterarse en qué andaban aquellos seres que consideraba de su propia sangre. Padre y Aldevarán dentro de la Manada de las Luciérnagas, admiraba cómo sobrevivían ante tantas adversidades. Rayle y Raizoru, por otro lado, parecían estar absorviendo el orgullo de la Manada Nevada, pues estaban siempre a la cabeza de los problemas entre fronteras. Rayle siempre había sido un hueso complicado, pero Raizoru...Su siempre compañero y divertido hermano, ahora todo un casi joven adulto, parecía haber cambiado completamente. Suspirando, Eclipse negaba con la cabeza y observaba con profundo odio hacia la loba que supuestamente era su madre...No, no volvería a caer en aquellos pensamientos oscuros. Así pues, se dedicó a practicar su piromancia innata y sólo quemó uno o dos alces que ya estaban en sus últimos latidos...

Un simple descuido. Eso bastó para que la capturaran. El aroma de los cadáveres de aquellas creaturas atraían todo tipo de seres, lobos incluidos. Debería haberlas enterrado, pero la pereza se había encargado de cobrar sus conejos. Poco se había dado cuenta que estaba en demasía disfrutando de su rayo del sol recostada en una roca dentro de los territorios de la Manada de las Luciérnagas. Una patrulla había detectado el rastro, y no tardaron en dar con ella. Viendo el estado demacrado de esos pobres animales, Eclipse decidió no armar lío y entregarse pacíficamente.

Poco iba a pensar que sus instintos se apoderasen de ella y hablara con total normalidad. Quería unirse. Quería ayudarlos. Durante sus dos años en soledad, observando, se había dado cuenta que era de egoísta ser imparcial. Tenía que intervenir en éste conflicto, y tal vez terminarlo algún día, de una vez por todas.

Pero éstos pensamientos se los guardó, por obvias razones.

Al estar mejor alimentada, ser más grande, saber cuando actuar y tener mejor forma física no tardó de subir en rangos. Sin querer comprometer a su familia (a pesar de que en secreto, padre, hermano y hermana habían disfrutado de una célebre reunión fuera del resto de los lobos), se vale como puede por sí misma, y ganándose a pulso, sangre y dolor su ascenso de Omega, a Beta de la Manada de las Luciérnagas. Y a medida que pasaban las lunas, más se unía a la causa de detener esta tontera de lucha entre grupos.